Es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar.
Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra . (cf. Mt 28, 19).
Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.
El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar.
La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo.
Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos.” (Porta Fidei, 7)discípulos.” (Porta Fidei, 7)
Hace catorce años, dos de nuestros miembros fundadores se acercaron a su párroco, padre Salvador Ahumada, con una propuesta de proyecto: “trabajar con laicos necesitados de apoyo espiritual”. Después de mirar más de cerca dicha propuesta, el padre Salvador, comenzó a plasmar la propuesta original en un proyecto muy ambicioso. Sus palabras fueron:
“Este proyecto no es para dos o tres personas. Salgan y evangelicen con su testimonio de vida, e inviten a quienes se identifiquen con su forma de vivir la fe, a sumarse al proyecto reconociendo en ello una llamada a su vocación laical”.
Siguiendo el consejo del Padre Salvador, y a lo largo de muchos años, los fundadores de esta obra misionera se encontraron con muchos desafíos y situaciones que sacudieron su fe, pero la sabiduría de su director espiritual los animó, y este aliento les hizo sentir el amor de Dios.
Después de varios años de trabajo apostólico en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en la ciudad de Calgary, el 18 de abril de 2008, nuestros estatutos (Ad Experimentum) fueron presentados al Obispo de la diocesis de Calgary Frederick Henry para su revisión y aprobación para trabajar como Sociedad Católica Misionera. Fue el 5 de agosto de 2010 que gracias a la guía y paciencia del obispo Henry, el padre Brian Hubka y el Padre Salvador Ahumada nuestros estatutos fueron aprobados, marcando así el nacimiento de la «Sociedad Católica Secular de Misioneros del Amor de Dios». Nuestra misión se hizo aún mayor: “Promover la vocación de los laicos hacia Dios” a través de un programa de formación orientado a despertar en nuestros hermanos y hermanas el deseo de una vida de oración y servicio apostólico.
Este llamado de servicio al prójimo tiene sus raíces en las Escrituras:
“Y tú hijo mío, saca fuerzas de la bondad que Dios te ha mostrado por medio de Cristo Jesús. Lo que me has oído decir delante de muchos testigos, encárgaselo a hombres de confianza que sean capaces de enseñarlo a otros” (2-Tim 2:1-2).
Esa misión encomendada por el apóstol Pablo a Timoteo resonó en el corazón de los Misioneros del Amor de Dios, quienes, en respuesta a su llamado bautismal, enfocan sus esfuerzos a crear programas y oportunidades para todas aquellas personas deseosas por iniciar o fortalecer su camino hacia Dios.
Ora con nosotros
“Estate allí, acallado el entendimiento, mira que te mira, acompáñale y habla y pide y regálate con Él. Pídele que aciertes a contentarle siempre, porque de Él te ha venido todo bien”
Sta. Teresa de Jesús